TODA CLASE DE PIELES
Esto era una vez, que yo sabía un cuento, pero se me quedó dentro
y no me acuerdo, voy a ver si me sale otra vez…
Había una vez, en un país muy lejano, una reina y un rey que se
querían muchísimo. La reina era la mujer más guapa del mundo: tenía un pelo
rubio larguísimo y unos ojos tan verdes como el color de la hierba. Todo el
pueblo se lo decía continuamente. Su marido, el rey del castillo, la quería
mucho y hacía todo lo que su reina le pedía.
Como los reyes se querían tanto, decidieron tener un bebé y
tuvieron una hija a la que llamaron Andrea. Los tres eran muy felices y se
querían mucho; se pasaban horas jugando los tres juntos porque se lo pasaban
genial.
Andrea era tan guapa como su madre, la reina Isabel: tenía el pelo
largo y rubio como su madre y los ojos azules como el color del mar. Cuando la
princesa cumplió 17 años, sus padres le dijeron que en un año tendría que
encontrar un príncipe con el que casarse. Para ello, los reyes organizaron
bailes en el castillo y la princesa conoció a muchos príncipes, pero ninguno le
gustó: la mayoría de los príncipes eran muy guapos y estaban siempre
arreglándose para estarlo más aún, pero eran antipáticos y no eran cariñosos
con la princesa.
La princesa, cansada de no encontrar a ningún príncipe que le
gustase y cansada de la presión de sus padres, decidió escaparse del castillo
con su caballo Café y únicamente llevó consigo un abrigo que sus padres le
regalaron hecho con todo tipo de pieles de animales .Andrea llegó hasta un
riachuelo donde decidió parar para que Café bebiera un poco de agua. Allí
encontró una vieja casa en la que decidió pasar unos días…
Pero pasaron los días y la princesa no tenía alimento y estaba
sucia y cansada, por lo que siguió galopando con su caballo Café y encontraron
un castillo. La princesa, sucia y cansada, preguntó a los sirvientes si podrían
darle algo de comer y si podría dormir un rato en algún lugar. Los sirvientes
le dijeron que necesitaban a alguien que supiera cocinar y que atendiese al
príncipe, puesto que la sirvienta anterior se había puesto enferma.
Andrea aceptó el puesto con tal de poder tener algún lugar donde
comer y dormir. La princesa siempre iba con su abrigo de todo tipo de pieles, el
cual tenía una gran capucha con la que ni siquiera se la veía la cara. Un día
Andrea tuvo que subir el desayuno al príncipe, a quien aún no conocía. Al príncipe le gustaba desayunar un zumo hecho
con todo tipo de frutas, desde las más ácidas como limones hasta las más dulces
como el melón, por lo que Andrea se levantaba muy pronto para recoger cada una
de las frutas del zumo y subírselo a tiempo a la habitación.
Cuando Andrea vio al príncipe por primera vez se quedó locamente
enamorada de él. El príncipe, al ver que era una nueva empleada, le hizo
algunas preguntas. Pero Andrea estaba muy nerviosa y con la cabeza bajada
apenas contestaba diciendo sí o no a las preguntas.
Esa misma noche había un baile en el palacio y todos los empleados
estaban trabajando mucho para que todo saliera perfecto. Acudieron muchas
princesas con vestidos preciosos las cuales bailaron con el príncipe. Andrea se
asomó para ver el baile pero sabía que el príncipe nunca se fijaría en ella y
se fue a dormir.
Al día siguiente, la princesa subió el desayuno al príncipe, pero
esta vez la princesa metió en el vaso una pequeña rosa hecha de madera. El
príncipe, asombrado, bajó a las cocinas para preguntarle al cocinero que quién
había introducido eso en su vaso, pero nadie sabía nada.
El baile de palacio del segundo día fue como el primero, pero el
príncipe parecía inquieto como si buscara a alguien. Apenas estuvo un rato y se
fue a acostar. Andrea tenía la pequeña esperanza de que algún día el príncipe y
ella estuvieran juntos, por lo que al día siguiente cuando le subió el desayuno
Andrea decidió introducir un pequeño corazón hecho también de madera en el zumo
del príncipe Roberto. El príncipe bajó otra vez a las cocinas preguntando por aquel
misterioso corazón, a lo que el cocinero le volvió a contestar que no sabían
nada.
El tercer día del baile, todo el mundo estaba muy nervioso, puesto
que esa misma noche el príncipe tendría que elegir a su futura esposa. Andrea
iba corriendo de un lado para otro, como los demás sirvientes hasta que en una
de esas carreras tropezó con el príncipe, que bajó a ver cómo iban las
preparaciones. Andrea derramó una sopa encima del príncipe Roberto y ésta cayó
al suelo. El príncipe, empapado de sopa, ayudó a levantarse a Andrea y ésta,
con cabeza bajada, le pidió mil disculpas al príncipe; éste comenzó a reírse,
puesto que estaba lleno de sopa por toda la cabeza y le dijo a la sirvienta que
no se preocupara, que había sido un accidente.
Cuando la princesa regresó a la cocina cayó del bolsillo de su
abrigo hecho con toda clase de pieles un anillo de madera. El príncipe, al ver
que algo se le había caído, fue a acercarse para ver qué era pero la princesa
seguía corriendo porque no faltaba casi nada para que el baile comenzara.
La última noche del baile, a media noche, el príncipe decidió ir a
las cocinas para refrescarse y tomas un té. En ese momento tan sólo Andrea
estaba en las cocina limpiando platos. Cuando el príncipe llegó, Andrea se puso
muy nerviosa y éste le dijo que si podía prepararle algo refrescante. La
princesa preparó, con las frutas que habían sobrado, un zumo al príncipe y
cuando está fue a dárselo, el príncipe la cogió de la mano y la dijo:
-¿Tú sabes lo que es esto?- enseñándola el anillo, a
lo que ella asintió asombrada, puesto que era el anillo que pensaba ponerle al
día siguiente al príncipe en el desayuno.
-Sí-contestó la princesa- es que verás, yo…
Y el príncipe le dijo:
- No te conozco mucho, pero tú no eres como las demás
y eso es lo que me gusta de ti. ¿Te gustaría ser mi esposa y la futura
princesa?
El príncipe quitó la capucha a la princesa y esta besó
al príncipe y contestó:
-Claro que quiero.
Finalmente los dos se casaron y fueron muy muy felices.
Y coloriiiiin colorado este cuento se ha acabadooooooo, si quieres
que te lo repita otra vez, cierra los ojos, y cuenta hasta treeeess¡¡¡=)
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